Este 8 de enero, como 62 años atrás, vuelve el pueblo cubano a experimentar la euforia, el sentimiento genuino de gratitud y amor por quienes, con el líder indiscutible de la Revolución al frente, reafirmaron la promesa de una Patria libre y recorrieron el caimán abanderados con la esperanza verdeolivo de una Cuba más justa. Como en 1959, hoy Fidel entra a La Habana en una caravana de jóvenes que reverencian la historia de una victoria consumada.
Antes, en el propio día, Madruga despertó de su quietud citadina con el sonido atronador de cláxones y el estrépito enérgico de las juventudes, cuando se detiene, en La Palmita, la Caravana de la Libertad, en la reedición del recorrido que iniciaron los barbudos del Ejército Rebelde en Santiago de Cuba.
Sin embargo, este año, el habitual peregrinaje tiene una connotación distinta. Ante el retroceso epidemiológico de la provincia de Mayabeque –especialmente el municipio de Madruga, que retornó a la fase de transmisión autóctona limitada de la COVID-19, la recordación del momento será un acto simbólico a cargo de una treintena de jóvenes.
El jueves, el paso de la Caravana de la Libertad por Matanzas fue una manifestación sencilla y franca de amor y agradecimiento a los rebeldes de entonces, y especialmente a Fidel, siempre al frente, ayer y hoy.
Los caravanistas bisoños tocaron suelo yumurino por el municipio de Los Arabos, y con el mismo entusiasmo repasaron la ruta histórica a través de las localidades de Colón, Perico, Jovellanos y Limonar, hasta llegar a la ciudad de Matanzas. Durante una sencilla ceremonia realizada en el céntrico Parque de la Libertad, decenas de jóvenes, trabajadores, combatientes y obreros evocaron la presencia del líder revolucionario aquel 7 de enero, y, sobre todo, el momento en que habló al pueblo desde el balcón del Palacio de Gobierno.
Tal como ocurrió entonces, los columnistas reeditaron la visita a la ciudad de Cárdenas, adonde acudieron los barbudos para rendir tributo al joven mártir José Antonio Echeverría