Pocos espacios de Venezuela son tan enigmáticos y atractivos como la antigua Casona Presidencial, nombre por el cual se le conoce a la edificación que fungió como domicilio de los presidentes de Venezuela desde 1966 y hasta 2012.
Sus 5 hectáreas están distribuidas magistralmente en jardines, pasillos de ensueño, salas protocolares, comedores; así como en habitaciones amuebladas para los más exigentes gustos y usos.
Administrativamente se hace parte de la Parroquia Leoncio Martínez del Municipio Sucre, en el Estado Miranda, al centro norte del país sudamericano. El inmueble era originalmente una hacienda de caña de azúcar llamada La Pastora y data de la época colonial.
Ya en los años 60 del pasado siglo, el entonces presidente venezolano Rómulo Betancourt expresa la necesidad de una nueva Casa Presidencial e instruye su construcción.
Una vez adquirido el terreno por el Gobierno, se inicia allí el proyecto de intervención que engloba un concepto total: la creación del espacio para la residencia del presidente y su familia, y que además pudiera ser aprovechado como despacho protocolar.
Dentro de las adecuaciones realizadas se encuentra la ampliación del área construida (se triplica el tamaño de la edificación), aunque se mantienen los mismos parámetros arquitectónicos del modelo original con sus plantas rectangulares, patios internos y corredores techados.
Finalmente, un 19 de marzo de 1966 se inaugura La Casona, con la presencia de las máximas autoridades del Estado y la familia presidencial. A partir de la fecha es fue ocupada por cada uno de los presidentes de Venezuela hasta que el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías le puso fin a la tradición.
Entre los múltiples espacios destaca la Capilla, ubicada al final del corredor principal, cuyo altar de columnas talladas al estilo barroco español, es una obra de arte sin igual. En una de las paredes se muestra con orgullo el sello papal, entregado por Juan Pablo Segundo durante su visita al país, en 1996.
Por su parte el comedor principal es un amplio salón donde se atendían a invitados en actos formales, festejos y cenas protocolares. Posee una amplia mesa de madera estilo Sheraton de quince metros de largo, con capacidad para 50 personas. Está adornado por elegantes lámparas, jarrones de porcelana y varias obras pictóricas.
Junto al Salón de los embajadores se encuentra el Despacho del presidente, originalmente dispuesto como biblioteca del área de huéspedes. La habitación fue utilizada posteriormente para la realización de reuniones de trabajo breves y privadas con las autoridades ministeriales.
Así se suceden salas, salones y pasillos concatenados en un orden lógico perfectamente equilibrado. Célebres obras de arte cuelgan en las paredes cual zarcillos policromados y una curiosidad sobresale en la Recepción, lugar por donde ingresaban los dignatarios y sus invitados.
Allí se encuentra un reloj antiguo de madera pintado en verde y dorado de la época de Luis XVI, que fue propiedad del mismísimo Napoleón Bonaparte, quien lo regaló a su hermano Jerónimo.
Deseoso de que el pueblo pudiera disfrutar del legado cultural, patrimonial y artístico que atesora la edificación, el gobierno Bolivariano, a través del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, transformó su objeto social y en diciembre de 2019 reabrió las puertas como Casona Cultural Aquiles Nazoa.
Ahora es un espacio público dedicado a la difusión y promoción de saberes y valores universales. Solo un mes después de su inauguración había recibido la cifra de 7000 visitantes.
Chávez y el oficio humilde de Presidente
El Comandante bolivariano vivió de forma oficial en la Casona desde su toma de posesión como presidente de Venezuela en febrero de 1999, hasta poco después del golpe de Estado de abril de 2002, cuando traslada la residencia al Palacio de Miraflores.
“Cuando asumí la dirección de la Casona conversé con varios trabajadores que atendieron al Presidente Chávez y todos coinciden en que fue un ser extraordinario, muy sencillo, siempre saludaba a todos. Me dicen que era un muy trabajador, que incluso mucho antes del amanecer ya estaba en pie, ocupándose de los asuntos del Estado”, explica Rosario Soto Suárez, directora de la hoy Casona Cultural Aquiles Nazoa.
Así son los grandes héroes, los grandes hombres, los grandes pensadores de la humanidad, parece que un volcán resuena dentro y que nunca alcanzará todo el tiempo del mundo para hacer justicia por los pobres de la Tierra.
Su espíritu inquieto lo llevaba a recorrer la Casona de una punta a la otra, mientras su mente volaba de cerro en cerro, pensando en campañas de alfabetización, en salud gratuita, en bienestar económico para su gente y, sobre todo, pensando en la libertad.
Era habitual para él entablar conversaciones fraternales con el personal de la Casona. A casi todos los conocía por su nombre y apellidos, les preguntaba sobre el lugar de procedencia y se preocupaba por la familia. Hablaba además de béisbol y de sueños con una sonrisa tan amplia como la mañana de Navidad.
Su frugalidad a la hora de cenar también es recordada: “Se trata del Presidente de un país, o sea podía comer el tipo de dulce que quisiera, sin embargo, solo ordenaba torta de piña, su preferido, o un cafecito, o un vaso de guarapo, así de sencillo era el Presidente”, refiere la joven funcionara.
Pero la anécdota que deja a todos boquiabiertos está relacionada con el dormitorio; y es que Chávez continúa visitando la casa de manera frecuente porque la familia permaneció en el lugar a pesar de su traslado para Miraflores.
Es entonces cuando decide instalar una pequeña habitación en el área del Despacho, la cual usó hasta prácticamente sus últimos momentos en Venezuela.
Durante la estancia oficial en la Casona, Hugo Rafael ocupó de manera muy breve la habitación principal de la residencia, luego durmió en el área de huéspedes hasta que, tal y como narra Rosario, mandó a achicar el área de Despacho.
Lo más interesante es, según los propios trabajadores, que el Presidente Chávez necesitaba estar informado en todo momento del panorama noticioso internacional, por lo cual la televisión le resultaba imprescindible.
Como el dormitorio tiene además de la cama, otros espacios dedicados al estudio y a la lectura; alguien propuso instalar varios televisores en las paredes para que el Presidente pudiera observarla, sin importar la posición o el lugar donde se encontrara.
Su respuesta fue tajante: solo necesitaba un TV. Más de uno era un lujo y un derroche para un funcionario público. Así que se colocó dicho televisor y se le diseñó una base de madera capaz de girar y adaptarse al ángulo de visión.
No hay avanzados equipos satelitales, ni de vigilancia electrónica en el cuarto, sólo un modesto escritorio junto a la cama donde reposa quizás, uno de los últimos libros consultados por él.
Todavía permanece abierto en la misma página donde sus ojos cansados se detuvieron. No se trata de una novela, u obra de ficción, sino de las Actas del Cabildo de Caracas de 1811-1812. Todo indica que leía sobre el bicentenario de la independencia de Venezuela. Así fue Chávez, un patriota hasta el final.
Detrás, una foto familiar: sus padres (Hugo de los Reyes Chávez y Helena Frías), y también sus hermanos.
Salvo una vieja videocasetera, una lámpara y algunos teléfonos fijos, no hay nada más en la habitación de la Casona Presidencial que ocupó Hugo Rafael Chávez Frías.
Allí pernoctó en la noche del 8 de diciembre de 2012 poco después de dirigirse al pueblo para anunciar su regreso a La Habana con la intención de combatir un cáncer que ya le arrancaba la vida a pedazos.
Tal vez por eso aún estremece la última alocución y lo profético de sus palabras: “Mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar, como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales; ustedes elijan a Nicolás Maduro, como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela”-explicaba en aquel momento-.
La historia le dio la razón
El Comandante en Jefe Fidel Castro y la Casona: Dos momentos, dos realidades opuestas
Carlos Andrés Pérez Rodríguez (CAP) fue un político venezolano que ejerció el cargo de presidente de la República en dos mandatos diferentes (1974-1979 y 1989-1993).
Durante el último período fue separado de sus funciones por el Congreso Nacional el 21 de mayo de 1993, acusado de malversación de fondos públicos. Se convertía así en el único presidente en ejercicio en la historia de Venezuela en ser destituido por una acción judicial.
Años antes, en febrero de 1989 tuvo lugar la toma de posesión de CAP. Algunos mandatarios no se imaginaron, cuando confirmaron su presencia, que el encuentro iba a ser más una “coronación” que un acto protocolar. Entre los invitados figuraron incluso los Reyes de España.
Fueron tantas las personalidades y presidentes invitados que, en lugar del Congreso, se eligió al Teatro Teresa Carreño para la ocasión. La indicación de CAP fue bien clara: trasmitir al mundo la idea de una Venezuela faraónica.
Cronistas e historiadores ofrecen un dato que resume “el derroche” de la jornada: más de 1200 botellas de whisky fueron descorchadas ante la mirada atónita de los asistentes.
El Comandante en jefe Fidel Castro Ruz fue invitado a la “coronación” de CAP y luego, en ese propio contexto, acudió la Casona Presidencial por asuntos de trabajo.
Una vez allí se le solicitó, si así lo deseaba, realizar una dedicatoria en el libro de visitantes, elemento de uso oficial; en cambio Fidel sólo se limitó a estampar su firma como constancia de la visita.
Tempus fugit y el pueblo venezolano eligió el camino de la igualdad social. Entonces, en 1999, a punto de comenzar el nuevo milenio, es nuevamente invitado Fidel Castro a la Casona. Ahora ya iría como hermano y amigo del Presidente Hugo Chávez; tan solo portando una maleta repleta de sueños bajo una bandera de unidad latinoamericana.
En ese tiempo y en ese espacio, se fraguaba ya un hecho sin precedentes en la historia de ambas naciones: el Convenio de cooperación bilateral Cuba-Venezuela que en octubre pasado arribó a sus 20 años de fundado.
Por segunda ocasión se detuvo delante del libro de visitantes y ahora sí dejó un comentario: “Esta vez con mucho honor y sin locura”, escribió el jefe de la Revolución cubana.
Son solo 8 palabras, pero el mensaje y la carga semántica hablan de sus convicciones como ser humano y del nuevo escenario político que vivía la República Bolivariana.
“He reflexionado mucho tiempo sobre el comentario del Comandante”, confiesa a Cubadebate Pactín Rodríguez, director adjunto de la Casona, luego prosigue: “Creo que Fidel reconoce que fue una locura el haber asistido a la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez Rodríguez, pues aquello se convirtió en un circo mediático. No te lo puedo asegurar, por supuesto, pero creo que el Comandante se indignó y se arrepintió poco tiempo después”.
Para el personal que la labora en la institución devenida museo, la firma y el comentario de Fidel están entre las más grandes joyas que atesoran. Baste decir que el libro de visitantes llevó un minucioso registro desde 1966 y hasta 2012, de las autoridades y personalidades que visitaron La Casona.
El códice recoge además las rubricas de líderes políticos como: George Bush, Misael Pastrana, Jimmy Carter, Bill Clinton, Alberto Fujimori, el príncipe de Asturias, entre otros. También el de celebridades y personalidades eclesiásticas como el Papa Juan Pablo Segundo, Mario Moreno “Cantinflas”, el artista plástico Oswaldo Vigas y muchísimos más.
Como escribí al inicio, mediante la firma de un decreto presidencial en diciembre de 2019, la Casona es entregada al pueblo y a partir de ahí las paredes del inmueble se adornan también con la obra de Aquiles Nazoa; quien fuera escritor, ensayista, periodista, poeta y humorista venezolano.
Por la humildad y el humanismo del Líder histórico de la Revolución cubana, sé, que uno de los textos hubiera llamado poderosamente su atención:
“Los desordenados somos, por supuesto, los que no robamos, ni corremos truenos; los que preferimos un libro bien bueno a un colt 38 o a un Cadillac nuevo; los que no admitimos que el nativo suelo, en vez de un remanso gentil y fraterno, deba ser un antro de sombra y de miedo. En donde unos mandan, otros están presos en nombre del orden, o bien del respeto”.
La antigua Casona Presidencial conserva así anécdotas e historias que se cuentan de boca en boca y se trasmiten de generación en generación. Las más apasionantes sin dudas: la humildad de Chávez y la dignidad de Fidel; dos gigantes que también viven allí y que desde la inmortalidad aún tejen sueños de igualdad y justicia social para los pueblos de la región.