
Ellas son como los sinfines, nunca paran, es como si su andar por la vida les diera esa permanente energía, necesaria e incombustible para hacer más y más o proponerse un nuevo paso cuando el compañero que le acompaña puede estar a punto de «tirar» la toalla.
No sé cómo sucede, pero tienen el don insuperable de estar en todas partes o en casi todo, es como un poder omnisciente que asemeja una gran maquinaria humana que hace sean capaces de abarcar tanto como pueden y no se quejan.

Quizás esa visión sobre ellas las reduzca a personas de sólo servir, pero nada que ver con eso en tiempos de tanta modernidad. Se les ve en la casa, atendiendo a los hijos, o estudiando. Al frente de importantes proyectos de investigación o de una gran obra constructiva; también son capaces de asumir el dominio de un aula llena de estudiantes o hasta manejar un camión o una guagua, llegar a un surco y dirigir a un grupo de hombres con una destreza sin igual, o como médica, obrera, técnica, abogada, ama de casa, dirigente.

Ellas son una, pero también todo. Son de carne y hueso pero tienen cualidades sobrehumanas cuando se proponen una meta, porque la logran o persisten hasta alcanzar su objetivo.
¡Qué grandeza la de nuestras mujeres cubanas! Demostrada durante la historia, pero crecida inconmensurablemente a través de este largo período de enfrentamiento a pandemia donde fueron de las primeras en marchar hacia la zona roja o fuera de fronteras a ayudar a personas que lo necesitaban; también se les vio tocar de puerta en puerta para llevar alimento a los más vulnerables y en centros de aislamiento ayudando a salvar vidas aún a riesgo de la propia.

Pero si todo ello no bastara, más impactante resultó el haber estado en la primera línea en el aporte de nuestros científicos o del batallón de la salud que contribuyó a alcanzar nuestras más soberanas y martianas vacunas.
Igual se les vio en la televisión o escuchó en la radio, detrás de su mascarilla o traje protector porque los verdaderos rostros generalmente nunca asomaron, pero sí un corazón tan grande que contribuyó a que continuarán latiendo otros.
Nuestras mujeres, compañeras ejemplares, símbolos sagrados de cada batalla, con sus rostros y manos tatuados en cada victoria.

Nuestras mujeres cubanísimas, activas, elegantes, bellas, sonrientes siempre, ejemplos ayer, hoy y siempre.
Mujeres de estos tiempos que han tenido el privilegio de honrar a la Patria donde han nacido y se han catapultado tan alto como ellas mismas han podido llegar.
Mujeres de hierro y seda, mujeres de temple y delicadeza, mujeres que merecen el beso y abrazo grandes de Cuba, para continuar la batalla.
