Inicio De InterésPinar del Río Seguir la historia: La Marcha de las Antorchas de 1956 (II y final)

Seguir la historia: La Marcha de las Antorchas de 1956 (II y final)

Por Redacción Radio Minas

Por: Pedro Abreu Mujica

Parque de Colón, ubicado en la calle del mismo nombre, entre las calles de Máximo Gómez y Virtudes

Tres años después de La Marcha de las Antorchas organizada por la FEU, en La Habana, la noche del 27 de enero de 1953, tuvo lugar una similar en igual día en la ciudad de Pinar del Río, con el nombre de Desfile de las Antorchas, promovida por el frente estudiantil del Movimiento 26 de Julio, en homenaje al 103 aniversario del natalicio de José Martí. En aquellos momentos habían aumentado los abusos y la represión por parte de las fuerzas armadas y policiales del régimen, en comparación con el periodo 1953-1955.

La convocatoria fue para las 8.30 p.m. y la peregrinación comenzó treinta minutos más tarde. Las noches de los domingos era costumbre que los jóvenes y las familias pasearan por la calle principal, se detuvieran a contemplar las vidrieras de las tiendas de ropa y peletería, visitaran las cafeterías El Anón, El Morro o Labiada, asistieran a los dos cines ubicados en esa vía, dieran vueltas o se sentaran a conversar en el parque de la Independencia y el novedoso parque de Colón.

En la calle Martí (o Real) también había habituales tertulias en las que se reunían personas por afinidades de edad, profesiones, simpatías políticas y deportivas, superando, en algunas de ellas, las diferencias clasistas o filosóficas.  Entre las tertulias de la época estaban las de la esquina del hotel Ricardo y el Bazar Cubano, los portales del hotel Globo, de las consultas de los estomatólogos Enrique de la Torre y Chungo Carasa y el café El Morro. También hacían piquera los autos de alquiler y se estacionaban los ómnibus para Guane, Minas de Matahambre, Santa Lucia, San Luis, San Juan y Martínez y La Habana en las cuadras de calles que tenían esquinas con Martí:  Rosario, Vélez Caviedez, Recreo y Colón. Prácticamente la mayoría de los pinareños, de todas las generaciones, se concentraba, los domingos por la noche, en esa arteria comercial y sus alrededores.

UNA BATALLA CAMPAL

El recorrido previsto para el desfile era por un tramo de la calle Martí, doblando por la esquina de Colón, donde radicaban el teatro Milanés y la ferretería Casa Canosa, rumbo al parque de Colón, donde se efectuaría un acto de veneración al Apóstol y condena a la dictadura. Al frente de esta actividad marchaba Rafael Ferro Macías (Ferrito), jefe de una célula del Movimiento 26 de Julio integrada por estudiantes y que ya “era uno de nuestros militantes más valientes y valerosos” (1). No fue una manifestación improvisada, pues durante la semana precedente se estuvo preparando desde el punto de vista material y organizativo, pero en la medida que avanzaba se le fueron sumando más y más personas, lo que era uno de los objetivos tenidos en cuenta al escoger esta concurrida zona.

Aunque el acto tenía un carácter pacífico, la jefatura del Movimiento previó el posible ataque policiaco, por lo que también movilizó a las células de acción, que en aquellos tiempos estaban en fase de formación. En efecto ocurrió la agresión. Cuando la manifestación llegó al parque de Colón, irrumpió la policía propinando golpes brutales a las personas presentes y se generalizó una verdadera batalla campal, pero desigual. Algunos participantes pudieron ripostar con los leños utilizados para las antorchas.  “Ferrito sobresale por su arrojo, se enfrenta a tres o cuatro policías”, recuerda Juan Cáceres Valladares, estudiante de la Escuela de Comercio y combatiente del Movimiento26 de Julio (2). Pancho González expresó que fueron necesarios varios policías para controlarlo, cuando cae al suelo le infringen numerosas patadas y se lo llevaron preso para la Estación de Policía. Al día siguiente lo soltaron por falta de pruebas.

Ante la desigualdad de fuerzas a favor del numeroso grupo policial, la manifestación empezó a dispersarse. No obstante, las autoridades pidieron al Regimiento refuerzos de militares para patrullar las calles y aumentar la represión. En la calle Máximo Gómez agredieron a Pancho González y al también estudiante Juanito Pérez (3) que pudo escapar. Pancho fue golpeado salvajemente, pero se zafó de sus captores y también pudo escapar corriendo por el túnel interior de uso público en la parte comercial de la planta baja del hotel Globo, que se extendía desde la calle Máximo Gómez hasta Martí.  Llegó a cerca del café El Morro, donde habitualmente charlaban el Fiscal provincial y otras ilustres personalidades de la localidad. El perseguido les solicitó protección y ellos lo acompañaron hasta su casa, evitándole nuevas golpeaduras y un seguro encarcelamiento.

CONFIANZA Y SEGURIDAD

Años después, el máximo dirigente estudiantil del Movimiento 26 de Julio en el municipio de Pinar del Río,  refiriéndose a aquella marcha o  desfile de las antorchas,  hizo la siguiente valoración: “En este hecho no solo fueron apaleados  los combatientes revolucionarios, sino que hubo lucha y también recibieron su merecido los sicarios que estaban acostumbrados a llevar la mejor parte cada vez que se enfrentaban a los estudiantes” y seguidamente añadió: “Este enfrentamiento de la militancia del Movimiento  sin las manos vacías,   con las fuerzas represivas, fue nuestro “primer bautismo de fuego”,  de una lucha llevada a  cabo en condiciones un poco más favorables, que nos llenó de confianza y seguridad, mejorando las posibilidades subjetivas para los combates futuros que debíamos librar”.

A partir del mismo 10 de marzo de 1952 fueron gestándose y fortaleciéndose las manifestaciones y otras actividades de repulsa popular contra el tirano, con el estudiantado a la vanguardia.  A la altura de 1956 se empezó a transformar cualitativamente, desembocando como un imperioso torrente un proceso de intensa lucha insurreccional, que solo terminó con el triunfo de la Revolución. De aquellos dirigentes estudiantiles que encabezaban las manifestaciones, alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza y las escuelas Normal, Comercio y Artes y Oficios surgió la mayoría de los dirigentes municipales y provinciales, en la etapa clandestina, del Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.

Notas:

  1. Testimonio de Francisco González (Pancho), en el archivo del autor.
  2. MIRIAM ZITO, La Encerrona, Ediciones Loynaz, paginas 9 y 10, año 2008.
  3. Según recuerda el autor, Juan Pérez Capote vivía en el edificio Santana, calle Máximo Gómez esquina a Recreo, a una cuadra del parque de Colón. Era hijo del profesor de la Escuela de Comercio y destacado revolucionario de la Generación del 30, Dr. José Pérez Hernández.

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