Las vacunas contra la covid-19 podrían detener la sangre o provocar un aborto espontáneo. Ese es el bulo que circula por varios países africanos y que pone en jaque el avance de la vacunación en ese continente, ya de por sí ralentizada debido a la llegada de las dosis a cuentagotas.
El continente africano está a la cola de la vacunación a nivel mundial y solo un 5% de su población está totalmente inmunizada. Sin embargo, a la desigualdad en la distribución y el acceso a vacunas entre países ricos y pobres se unen los bulos y el discurso antivacunas, que parecen no ser solo patrimonio de las sociedades occidentales.
Así, los expertos temen que las mujeres africanas sean el colectivo menos protegido del mundo. “Vemos, desafortunadamente, que incluso cuando las vacunas COVID llegan a África después de un largo retraso, las mujeres se están quedando atrás”, explica la Dra. Abdahalah Ziraba, epidemióloga del Centro Africano de Investigación en Población y Salud a la agencia de noticias Associated Press (AP). “Esto podría significar que sufrirán un mayor número de víctimas durante la pandemia”, añade.
La propagación de información errónea sobre las vacunas es en gran parte culpable de la brecha de género. La desinformación se extiende hasta las aldeas y los rincones más recónditos del continente, donde pocos tienen acceso a teléfonos inteligentes, la alfabetización femenina sigue siendo un reto y donde el boca a boca ha sido siempre el principal medio de comunicación.
Un caso claro ha sido Gambia, tal como cuenta AP. Allí, la vacuna de AstraZeneca fue la única disponible durante muchos meses, mientras en Europa y en el resto del mundo se ponía en duda por sus efectos secundarios, especialmente los coágulos de sangre raros en mujeres. Así, la desconfianza creció a la par que la sensación de que los africanos estaban recibiendo las dosis que nadie más quería. De hecho, corrieron rumores de que la vacuna fue diseñada para controlar la tasa de natalidad del continente.
Lo mismo ocurre en otros países africanos. En Sudán del Sur, Gabón y Somalia, menos del 30% de los vacunados con al menos una dosis en las primeras etapas de las campañas de vacunación contra la COVID-19 eran mujeres.
Los rumores sobre el coronavirus y los problemas de fertilidad han sido especialmente problemáticos en países predominantemente musulmanes como Gambia y Somalia, donde la poligamia es común.
A los bulos y miedos infundados, además, se unen dificultades de otra índole. Las mujeres en países como Gambia no pueden permitirse perder un día de trabajo. “Si me pesa el brazo y no puedo ir a por agua, ¿quién alimentará a mis hijos?”, cuenta Jarju, de 53 años, que tiene 7 hijos y 3 nietos.
Mientras, en Gambia pero también en países de Oriente Medio y Asia, las mujeres se enfrentan a otras barreras como la necesidad de permiso de sus padres o maridos para procedimientos médicos. La mayoría de las mujeres les dice a los trabajadores de la salud que no recibirán la vacuna a menos que su cónyuge dé su consentimiento y éstos apenas se preocupan de acudir con ellas a las visitas.
En la mayoría de los países desarrollados, donde las vacunas han estado disponibles gratuitamente, existe paridad en la vacunación. Sin embargo, en otras partes del mundo, como en muchos países africanos y asiáticos, se enfrentan a una brecha de género que pone en peligro la inmunización y el bienestar de toda la población.
Una serie de reportajes publicados por AP, y financiados por el programa European Development Journalism Grants del Centro Europeo de Periodismo, que cuenta con el apoyo de la Fundación Bill & Melinda Gates, pondrá el foco en cómo la pandemia está afectando a las mujeres en África.