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Asignaturas pendientes de la clase trabajadora

Por Diario Granma
Mural de Diego Rivera

En un aniversario nuevo del Día Internacional de los Trabajadores y las Trabajadoras, se agudiza el debate entre el capital y el trabajo, se confrontan, con mayor claridad, el mundo de la explotación y la esclavitud, contra la voluntad que anhela construir una vida de relaciones fraternas y emancipadas, sin clases sociales. Se hace más urgente la unidad mundial y la acción transformadora.

Conmemoramos la lucha planetaria contra el capitalismo, y la conmemoramos para repudiar la tragedia global que cuesta millones de vidas y perpetra descalabros inenarrables. Conmemoramos la lucha de la clase trabajadora desde los sótanos mismos del capitalismo, donde se organiza la barbarie contra los oprimidos, que no solo incrementa el desempleo, el hambre, la insalubridad, la intemperie, la carencia de educación, la falta de agua, de luz, de medicamentos y de respeto, sino que, además, incrementa las tácticas y estrategias para la manipulación de conciencias. Millones se ven obligados a mendigar por un trabajo, a cambio de salarios de limosna y de arruinar su salud en tareas insoportables. A vivir con miedo a perder eso. ¡Ya basta!

Cínicamente, el capitalismo hace esfuerzos ingentes para hacernos creer que el mundo será «distinto» sin tener que modificar su sistema económico y de «valores». Incluso algunos andan con el cuento de que puede «mejorarse», hacerse «más humano», hacerse «progresista». Tratan de convencernos de que «cambio» es lo mismo que «reformismo». Que «distinto» es lo mismo que «igual». Que las guerras son un negocio que puede «salvarnos»; que los bancos son nuestra mejor ayuda y salvación con sus «créditos»; que los «mass media» son imprescindibles para ayudarnos a entender la «realidad» y que es mentira que existan las fake news.

Sabemos que el imperialismo usa todas sus armas: bloqueo económico, golpes de Estado, desabastecimiento, terrorismo mediático, canalladas jurídicas y guerra alienante acelerada. Y no basta desear que muera el capitalismo, hay que erradicarlo definitivamente. Es la única forma de asegurar que el proceso revolucionario mundial sea irreversible. Es inexcusable denunciar cómo la «globalización» burguesa ha impuesto una guerra mediática alienante y mundial que el capitalismo apresura contra toda iniciativa democrática desde abajo.

En la refriega ideológica por dominar el sentido común, el capitalismo convierte su agonía en un infierno para la clase trabajadora. Y anhela que lo salvemos –entre todos– para ofrecerlo a nuestra prole como su mejor herencia. Como un «tesoro» civilizatorio. Con énfasis, y con supremacismo, demuelen el poder adquisitivo. Todo por la salud del mercado, su mercado. La flexibilización laboral (encubierta o desembozada) está infectada, también, por «asesores científicos». Hacen de las suyas con los salarios de la clase trabajadora bajo el abrigo de la pandemia y de cualquier payasada «técnica». Dicen que se deben crear millones de empleos, pero no confiesan de qué clase, en qué condiciones ni a qué costos. Truena el tropel ideológico burgués en sus máquinas de guerra ideológica y nos aturden con los «noticieros» que se empeñan en ilusionarnos con un futuro sacado de la chistera semiótica del gatopardismo. Ni una sola noticia sobre las protestas obreras en todo el planeta. Nos hacen creer que los trabajadores se desmovilizaron, y que el «internet way of life» se ilusiona con la tierra prometida del telemercado, la telesalud, las relaciones obrero-patronales remotas, caminando sobre la banda ancha y el big data.

Necesitamos unirnos, revolucionar la unidad, hacia una nueva visibilización de nuestra capacidad de organización, de protesta y de confrontación de clase. Acelerar la utilización de la tecnología y de la ciencia en los objetivos emancipadores para las conquistas laborales que debemos adquirir y confrontar certeramente a las recuas de sabelotodo, «expertos en nuevas formas laborales», sus sicólogos, sus economistas, sus astrólogos, e incluso sus teólogos… Es urgente una respuesta de la clase trabajadora, que avance con pasos organizativos concretos y haga los cambios verdaderos que solo pueden venir de una organización, irreverente y nueva, del trabajo por encima del capital.

Solo unidos. No hay reconciliaciones con las contradicciones del modo capitalista de producción que insiste en apoderarse de la conciencia de los trabajadores y las trabajadoras, para aniquilarles el nivel de la movilización y toda posibilidad de unidad. Ellos quieren convencernos de abandonar las luchas contra la extracción de plusvalía; de olvidar la lucha de clases como motor de la historia. De acostumbrarnos mansamente a la humillación de todos los seres humanos. Los trabajadores y las trabajadoras de todos los países conmemoran su lucha contra toda violencia y contra toda opresión del hambre, la miseria y la humillación.

La unidad de la clase trabajadora no puede crecer bajo alianzas con la burguesía, ni con sus comerciantes saqueadores y explotadores, porque ellos constituyen el enemigo de la clase que debe ser derrotado, expropiado y desaparecido definitivamente. La unidad de la clase trabajadora, que solo hemos conocido incipientemente, pero que concebimos como un cometido histórico dinámico para la toma del poder, habrá de derrotar a los modos de producción y a las relaciones de producción capitalistas, empeñadas en frenar el progreso de la humanidad, o será nada.

El programa de la unidad, con vida democrática plena y dirección de los trabajadores y las trabajadoras, de obreros y obreras, campesinos y campesinas, estudiantes, amas de casas, intelectuales, artistas, pequeños productores y comerciantes del campo y de la ciudad, ha de garantizar la más amplia y científica participación, y el protagonismo dispuesto a determinar su destino, sin amos, sin patrones…. Nuestra unidad debe reivindicar sistemáticamente el internacionalismo, con la certeza de que sus grandes objetivos como Revolución Humanista de nuevo género, solo se alcanzarán cuando los pueblos conquisten la organización para la emancipación de toda forma de alienación, bloqueo y silenciamiento. Nada de eso es posible si la unidad pierde de vista la necesidad de enterrar al capitalismo, para abrir paso a una nueva era en la historia de la humanidad.

Nuestra unidad debe comunicar su filosofía en función del momento histórico que permita recorrer, acelerar la organización concreta y los objetivos revolucionarios estratégicos. Impulsar todo pensamiento y toda praxis, para su debate ético maduro con plena conciencia y libertad, con los objetivos de la revolución. Y para eso es preciso llegar al mayor número posible de hombres y mujeres que se involucren en la resolución de todos, los problemas planteados por la lucha, con sus fases y niveles diferentes: expropiar a la burguesía, organizar la toma y ocupación de fábricas, y demandar la nacionalización bajo el control obrero de la banca, la tierra y los principales grupos industriales privados, la industria agroalimentaria…

Estos son asignaturas pendientes de la unidad que debe ser desarrollada con entusiasmo, creatividad y cientificidad. Asignaturas pendientes que deben actualizarse para construir una unidad inédita, dialéctica, de la que solo conocimos embriones, para que sirva como la herramienta que, a su vez, potenciará el programa de la clase trabajadora.

La unidad de los trabajadores y las trabajadoras de todo el mundo debe crecer y fortalecerse exponencialmente, cada vez más estrechamente, en sus organizaciones que han mostrado una salida, a miles y miles de combatientes que se agrupan bajo la fuerza de la unidad. Es indispensable prepararnos con energía renovada para el combate decisivo que se aproxima. Unidad y más unidad de las voces revolucionarias que crecen en todo el mundo, aunque la hegemonía mediática lo silencie. Levantar las voces, múltiples y profundas, entonadas por las reivindicaciones obreras que se despliegan día a día con mayor audacia y con toda la razón.

Celebramos el Primero de Mayo como una fiesta de la esperanza activa, y en ascenso a la práctica, de millones de trabajadores y trabajadoras que no bajan la guardia, que no pierden las esperanzas, y que esculpen la historia con su lucha diaria por la emancipación de todos y todas, contra el yugo del capital.

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