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Seguir la historia: Un diamante de la Revolución (IV)

Por Redacción Radio Minas

Por: Pedro Abreu Mujica 

Transcurría la última decena del mes de septiembre de 1958. René (El Rubio) estaba de nuevo en su casa, dentro del mismo bar propiedad de su mamá, en La Cabaña, pequeño caserío ubicado más o menos a un kilómetro de La Loma de la Quinta, por el camino del Hoyo del Guamá (1). La Cabaña o La Cabañita, era conocida principalmente por la existencia de numerosos bares, visitados a diario por decenas de personas de todas las clases sociales. Esta característica del poblado era aprovechada por los jefes y combatientes clandestinos para el refugio de los perseguidos, la celebración de pequeñas reuniones o hacer contactos sin llamar la atención.

Armas para la guerrilla y la ciudad 

El jefe de la célula del Rancho Grande (2) Antonio Peraza Dib y Andrés, su hermano, estaban presos por «delitos» políticos. Antonio en Isla de Pinos y Andrés, en la prisión provincial. En estas circunstancias la dirección regional del Movimiento 26 de Julio (3) orientó directamente al Rubio que seleccionara un pequeño número de militantes probados en la lucha para, mediante diversas acciones, obtener armas, arrebatándoselas a soldados, policías y otros servidores del régimen. Las armas largas serian para el Frente Guerrillero de la Cordillera de los Órganos. Las armas cortas para los combatientes de la ciudad.

Con este objetivo la Dirección le envió con Julito Jomarrón (4), una pistola Star calibre 38 de rafagas.  Unos minutos más tarde llegaron al lugar Ramoncito Alexis y Mario Valdés Mesquia (5), éste venía con una pistola calibre 32 que le había dado una compañera del Movimiento. 

Los cuatro, sin perder tiempo, cruzaron el puente del rio Guamá. Visitaron la casa del campesino Gustavo Paredes (6), quien les dio voluntariamente un revólver calibre 38. Ya todos estaban armados. Podían empezar a cumplir la nueva misión.

Muerte de un soldado de la tiranía 

Desanduvieron el camino que poco antes habían recorrido.  En el trayecto desarmaron a un policía. Dejaron a Ramoncito custodiándolo debajo del puente. Los otros 3 siguieron caminando. Se detuvieron en el bar de La Niña. El Rubio les puntualizó las misiones de cada uno y les dio un peso para que tomaran cerveza y se sentó lejos de ellos, para no despertar sospechas. En una mesa próxima, consumía un soldado del Ejército de Batista, que conocía al Rubio desde hacía tiempo. Lo que sucedió a continuación prefiero, aunque resumido, copiarlo del testimonio escrito por el mismo Rubio y que encerraré entre comillas (7).

«Se acercó y me dijo:

René quiero hablar contigo».

El Rubio le contestó:

«Compadre, déjame vacilar el trago, otro día podemos hablar».

La joven con quién andaba el militar lo atraía para que dejara en paz al Rubio. No obstante, el militar insistía. René no aguantó más, se puso de pie y le contestó:

«Está bien. Está bien. Vamos afuera».

Antes de salir René les hizo a sus compañeros una señal para que se mantuvieran donde estaban. El individuo vestía de uniforme y portaba una pistola Colt 45, en una funda que le permitía sacarla con rapidez.

Ya fuera del local René le preguntó en un tono relajado: 

«¿Qué quieres?»

La respuesta   fue la siguiente:

«Deja esa mierda de la revolución, ya te has buscado bastantes problemas. Mira… Fidel está rodeado en la Sierra Maestra y el Che herido y acorralado…»

El Rubio le contestó:

«No sé de qué me hablas, ni quiero saber tampoco»

El individuo comenzó a amenazarlo con lo que le iba a ocurrir en caso que continuara en sus «andanzas».

“En ese momento vi a Julito, lo seguía Mario. Me di cuenta de que no habían entendido mi señal y empecé a preocuparme. Dejé de escuchar lo que decía el soldado y me preparé para cualquier eventualidad. Julito llegó con el revólver listo para cualquier cosa y le gritó al soldado: Alza las manos y no te muevas, pero el arma se le trancó. El soldado sacó su calibre 45. Al mismo tiempo velando por la vida de Julito, di un salto y caí en una posición desde donde podía hacer fuego sin que mi compañero peligrara. Por fracciones de segundos pude disparar antes que el soldado lo hiciera, ya que mi pistola tenía balas en el directo y el martillo echado hacia atrás».

El miembro del Ejército resultó gravemente herido, aunque asumió su defensa y disparó todas las balas. Falleció aproximadamente una hora después. El Rubio no tenía intención de actuar contra él. «Disparé porque esa fue la única forma de salvarle la vida a Julito».

Notas:

  1. Se llamaba la Loma de la Quinta, al nordeste de la ciudad de Pinar del Río, por la ubicación en ese lugar del Sanatorio de la Colonia Española, institución de salud, de carácter mutualista y excluyente, ya que no podían inscribirse como socios ni emplearse las personas negras. Desde 1907 al callejón que bordeaba la Colonia Española, se le llamaba como Camino de La Cabaña y después Camino del Hoyo del Guamá.
  2. La célula del Rancho Grande estaba integrada por miembros vecinos del Rancho, Alameda, Reparto Vélez, Loma de la Quinta y sus alrededores. Contaba con varios grupos. René fue jefe del grupo de La Loma de la Quinta.
  3. Armando Pampillo: era entonces jefe del 26 de Julio en la región 1 y jefe de acción a ese nivel era Luis Valdivia
  4. Combatiente del Movimiento 26 de Julio.
  5. Combatientes del Movimiento 26 de Julio.
  6. Propietario de una pequeña finca y una bodega. Colaborador del Movimiento 26 de Julio.
  7. RENÉ GONZÁLEZ NOVALES, Al pie del Rubí, Editorial Verde Olivo, año 2008. Páginas 35, 36 y 37. Ese testimonio es la fuente principal de esta crónica.

(Continuará)

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