Protestas, violencia, inestabilidad, inseguridad, solicitud de dimisión presidencial, escándalos de corrupción y pobreza han caracterizado el escenario en las últimas semanas en Haití. Lo triste es que esta descripción mantendría actualidad en cualquier año en que se publicase, porque esa pequeña nación del Caribe ha sufrido, a lo largo de su historia, profundas crisis.
El detonante actual es la negativa del presidente Jovenel Moise, de abandonar el poder el pasado 7 de febrero, bajo el argumento de que su mandato culminará ese día, pero de 2022. Los que se les oponen se encuentran en las calles.
También causa descontento el anuncio de un referendo constitucional, previsto para abril, muy controvertido, porque permite, entre otros elementos, la reelección presidencial por dos términos consecutivos, algo prohibido desde el fin de la dictadura de los Duvalier (1986). Esto provoca un limbo jurídico, pues tanto la alternativa gubernamental de realizar un referendo, como la de la oposición de nombrar un presidente interino, son completamente inconstitucionales.
En medio de una centralización del poder –pues en enero de 2020 Moise disolvió el Parlamento y, desde entonces, gobierna por decreto y sin Primer Ministro– se suma al dilema el bajo nivel de aceptación de su gestión, al ser elegido por solo 600 000 votantes, cuando la población haitiana supera los 11 000 000 de habitantes.
En su mandato señorea la corrupción y se le acusa de malversar el petróleo subsidiado de Venezuela. La violencia aumentó considerablemente, los secuestros a manos de pandillas armadas se incrementaron un 200 % en 2020, de acuerdo con los reportes de la Oficina Integrada de la ONU en Haití, y por si fuera poco, la COVID-19 ha mostrado en carne viva el ineficiente sistema sanitario.
Paradójicamente, Moise recibe el apoyo de EE. UU. y de algunas instituciones, como la desprestigiada Organización de Estados Americanos.
Haití, al liberarse de Francia en 1804, sufrió la marginación mundial por ser la primera y única nación del mundo forjada por esclavos. Expertos, entrevistados por la BBC, dijeron que las relaciones con Washington contribuyen a la desestabilización.
La dictadura de los Duvalier (1957-1986), una de las más corruptas y represivas de la historia moderna, también fue una de las principales bases de la incapacidad para el desarrollo que todavía sufre la nación caribeña. Luego, el país rompió récords, al ser el único en la región en tener 20 gobernantes en solo 35 años.
Cuando se habla de Haití, hay que referirse necesariamente al tema económico. De acuerdo con datos publicados por el Banco Mundial en 2020, el 60 % de la población es pobre y el 24 % se encuentra en situación de pobreza extrema. Asimismo, el crecimiento del PIB ha sido débil, y a ello se suman los desastres naturales, fundamentalmente terremotos y huracanes, así como los brotes de cólera y otras enfermedades infecciosas.
La actual inestabilidad e inseguridad son consecuencia, según los expertos, de una gobernanza deficiente, una relación débil entre el Estado y sus ciudadanos, y una economía devastada. Todo ello permite vaticinar más protestas.