No hay en Irán un ápice de pena. Saluda a todo el que llega, como si fuera su casa. Valeria, Frida y Fabiana no tienen menos soltura: «Cocinamos huevo y croqueta», invitan, mientras –distancia por medio– otros pequeñines descubren un mundo en su propio juego, bajo la tutoría conductora de las «seños».
Es la mañana típica en el salón del tercer año de vida del círculo infantil Nueva generación, del municipio de Boyeros, en La Habana; uno de los más de mil que existen en Cuba, y cuya génesis sucedió a una idea de Fidel, para el cuidado de los hijos de madres trabajadoras. La tarea se le asignó a Vilma Espín.
En el transcurso de la pandemia, y con el cuidado riguroso que implica atender, en el contexto peligroso de la COVID-19, a los niños de madres imprescindibles en sus puestos laborales, algunas de estas instituciones se han mantenido funcionando.
Nueva generación, uno de los 50 círculos que fundó el Comandante en Jefe, es uno de estos centros escogidos para permanecer abiertos, y aunque su capacidad es de 180 niños, atiende a 49 pequeños, detalló Nereida Hernández Pérez, la directora.
Con un personal mayoritariamente femenino, la elevada preparación de educadoras, auxiliares pedagógicas, enfermera, logopeda, dietista, metodóloga y cocineras, se concentra en lograr lo que es piedra angular de estas instituciones: contribuir al máximo desarrollo integral del niño de cero a seis años, y preparar a la familia con las directrices del tercer perfeccionamiento del sistema de enseñanza, lo que también avala su funcionamiento como centro capacitador del programa Educa a tu hijo.
Las seis décadas que cumplen de fundados los círculos infantiles, invitan, no solo a celebrar por lo que han contribuido en la sociedad cubana, sino, también, a implementar todo cuanto perfeccione su labor.