Existen mil razones para hablar de las mujeres, y entre ellas está que en el diario caminar hacemos de la historia un grito de libertad, de amor y de esperanza.
Y es que una mujer siempre encuentra el momento adecuado, las palabras precisas para hacer cada instante mágico y dibujar la felicidad en los corazones. Estamos dotadas de una sensibilidad exquisita capaz de transformar lo feo en bello, lo amargo en dulce, la altanería en nobleza, el desamor en amor…
Nuestras mejores virtudes están en que sabemos sanar heridas del alma (cueste lo que cueste), además de ser las únicas dotadas para extender la raza humana, convertir la tristeza en una sonrisa, multiplicar “panes y peces” y, sobre todo, amar con el corazón.
Ninguna adversidad nos hace caer y, ante lo imposible hacemos lo posible, aunque para ello tengamos que cruzar montañas, e incluso, enfrentarnos a molinos como quijotes en la vida diaria.
Tenemos la habilidad para ser madre y muchas veces padre; somos abuelas, tías, hermanas, hijas; estamos al mismo tiempo en muchos sitios sin descuidar ninguno y, en cada espacio, aprendemos a buscar mil razones para encontrar una esperanza.
Con nuestro aroma dejamos la estela de una caricia, una mirada aterciopelada, un abrazo, una ilusión, una fantasía…nos emocionamos y lloramos en público sin avergonzarnos… nos vestimos de fuerza y dignidad.
Por ello, y mucho más, es que tenemos mil razones para hablar de nosotras, mil razones para celebrar este y todos los días, mil razones para sentirnos orgullosas de los que somos y lo que hacemos, mil razones para entregar el corazón.