Nos hemos empantanados en el tiempo, se aplicaron las instrucciones para disminuir y erradicar la epidemia del SARS-CoV-2 en la provincia, pero lo máximo que hemos alcanzado es casi una meseta muy frágil que sube o baja discretamente, pero incapaz de alumbrar el final del túnel.
Nadie dude de que se hace todo lo posible, pero es innegable que no estamos bien, aunque siempre la previsión matemática para Pinar del Río fue que aumentaría para luego disminuir.
Estamos en una paradoja porque los primeros que abogamos por acabar con la enfermedad somos los mismos que contribuimos a que siga.
Por supuesto, hay cosas que no podemos entender: el elevado número de personas en la calle, sin un propósito real, entiéndase hacer una gestión impostergable u otra necesidad que no admite espera.
Hace unos días apreciamos en el NTVla intervención de un funcionario de una provincia oriental que explicaba que en su territorio las calles están desiertas, ¡pero en nuestro caso no sucede así, al contrario!
Es verdad que hay medidas de restricción de movilidad nocturna, pero muchos nos preguntamos: ¿acaso la reducción de movimiento por la noche es capaz de lograr un resultado efectivo? Cuando un número incalculable de pinareños está en el horario entre seis de la mañana y las seis de la tarde en la calle, en ese lapso el que tenía que infestarse se infestó y de paso llevó el virus a su hogar, a su centro de trabajo y lo “obsequió” a todo el que le rodea.
La respuesta para esto es difícil, no me la imagino, es ardua tarea para las autoridades que tienen que mantener la vitalidad de la economía –principalmente la producción de alimentos– los servicios, la seguridad ciudadana y el conjunto de tareas que reclama la sociedad para que funcione la provincia.
No hay duda de que la batalla se ganará, pero en cuánto tiempo y con cuántas víctimas. Hemos comentado en más de una ocasión que debemos llegar al acto vacunatorio sanos, pero a qué precio.
No bastan el nasobuco, el cloro y el alcohol, la distancia entre individuos, la abstención de besos, abrazos y el estrechado de mano; el “Quédate en casa” ahora parece circunstancial, mejor habría que cambiarlo por “quédate en ti mismo” y evita que los riesgos no los traigas al hogar o al centro laboral. Tantos lactantes y menores, tantos ciudadanos de más de 70 años con la enfermedad, ¿cómo la obtuvieron?
Ha habido una tendencia en los últimos tiempos en muchas personas de no ocuparse de números, a la gente poco le importa si diariamente son 40, 50 o 60. Ahora acuden a buscar en qué barrio es, dónde viven y qué edad tienen.
Las medidas aplicadas son las indicadas, pero necesitamos una poción de sabiduría para repartir entre todos y que comience a bajar de manera efectiva la transmisibilidad de la enfermedad en los 11 municipios. La provincia, junto a La Habana, se ha ganado el “mérito” inmerecido en cuanto a números, morbilidad y crecimiento de la tasa. ¿Y qué cosa mejor podemos hacer? ¡Cuidarnos!