Por: Pedro Abreu Mujica
El cumpleaños de Agustín Díaz Cartaya, fue el reciente 25 de septiembre. ¡92 años de edad!
Hace tiempo que no lo veo personalmente, aunque hablamos por teléfono y lo he visto por la televisión. La última vez que nos reunimos fue en un encuentro de veteranos pinareños, en la casa del comandante Nogueiras, en La Lisa, hace más de una década.
El cumpleaños de Cartaya me motivó a escribir de su muy importante presencia, poco conocida por las actuales generaciones, como combatiente en Pinar del Río durante el semestre final, y el más sangriento, de la tiranía de Batista.
Como es lógico, se ha publicado mucho, y se seguirá publicando, de su participación en el asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, el 26 de julio de 1953; y de la Marcha del 26 de Julio, de la que es autor. Hay otras obras musicales trascendentes, que también se deben a su talento como compositor y poeta. Una ellas, La Marcha de América Latina.
Cuando los moncadistas, incluido los de Bayamo, salieron de la prisión, gracias a la movilización popular, en 1955, Díaz Cartaya no logró exiliarse en México, como otros de ellos. Esos años los pasó conspirando clandestinamente, en su natal Marianao y La Habana.
Fue detenido y torturado repetidas veces. A mediados de 1958, salió casi moribundo de las mazmorras del sanguinario Ventura Novo, quien lo sometió a implacables torturas y no pudo arrancarle ninguna confesión que sirviera a los esbirros para golpear la gesta insurreccional o prolongar su cautiverio.
En aquellas circunstancias, claro estaba, no podía permanecer oculto por más tiempo en Marianao ni en ningún barrio de la capital, ya que sería asesinado, de volver a caer preso.
El comandante Delio Gómez Ochoa, delegado nacional de acción del Movimiento 26 de Julio, evaluó correctamente la situación y entonces autorizó, coordinó e hizo posible que fuera trasladado para la ciudad de Pinar del Río, donde ya se comenzaba a organizar el Frente Guerrillero, de la provincia.
En el trayecto se logró burlar la feroz persecución policial, tanto a la salida de la inmensa y vigilada urbe, como a lo largo de la carretera Central, donde había numerosos cuarteles de la Guardia Rural, estaciones de Policía y motocicletas del servicio de carreteras del Ejército.
Simularon que se había casado y que viajaba para disfrutar de la luna de miel. Iba elegantemente vestido. Viajó en un lujoso automóvil, acompañado, en el papel de recién casada, por la brava revolucionaria clandestina pinareña Laura Argüelles. Otro de los grandes y numerosos servicios prestados por Laura, en la guerra contra Batista.
En la ciudad pinareña con quien primero contactó Díaz Cartaya, fue con Manuel Rodríguez Nodarse (Bola Prieta) segundo de Rafael Ferro Macías (Ferrito), en la jefatura de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio. Ferrito aquel día había ido a La Habana en arriesgadas misiones de su alta responsabilidad en la lucha contra el régimen.
Díaz Cartaya, poco después, llevado por Bola de Prieta y Julito Jomarrón, hizo contacto con Ferrito y otros destacados jefes y combatientes de la clandestinidad. Le brindaron refugio seguro y cariño maternal y familiar, en el apartamento de la heroína Fina Jomarrón, situado en los altos de la tienda de víveres La Mía, en la concurrida esquina de las calles de Vélez Caviedes e Isabel La Católica.
De la ciudad capital, fue trasladado a San Andrés, municipio de La Palma. Allí el 26 de Julio de 1958, se constituyó el Frente Guerrillero, de Pinar del Río, del cual Agustín Díaz Cartaya, conocido por el seudónimo de Thompson, fue uno de sus 24 fundadores. En él integró la columna Orlando Nodarse y alcanzó los grados de capitán del Ejército Rebelde.
Espero pronto volver a verlo personalmente, mientras le renuevo en esta crónica, mis deseos de mucha felicidad, buena salud y más, pero más, años de vida.