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Cuando la gloria del mundo sonrió a Francisca

Por Edilia Martínez La Rosa
El premio a la entrega de Francisca a su trabajo es la Orden Lázaro Peña González.

Recibir la Orden Lázaro Peña González de II Grado constituyó motivo de alegría para Francisca Sotolongo Gavilán, trabajadora de la empresa Gominera Pinar del Río por más de cuatro décadas.

La condecoración respondió a su entrega, sacrificio y resultados en su trabajo durante todos estos años.

Empecé a trabajar aquí en la empresa con 21 años de edad,después de pasar un curso como técnico químico en ensayo físico y mecánico. Trabajé en el laboratorio con mucha precisión en los análisis que realizaba. Me gustaba mucho y lo hacía con responsabilidad
Francisca Sotolongo Gavilán


En 1997 pasó a laborar en una producción de alta demanda química principalmente vinagre y vino seco.

Por su destacada labor, sentido de pertenencia y responsabilidad llegó a ser jefe de brigada donde hoy se mantiene.

Cada día Francisca llega a su colectivo con el carácter jovial que le acompaña, dispuesta a motivar a sus compañeros a una jornada fructífera en medio de un ambiente sociable.

Yo llego y les pregunto como están y les digo que estoy muy bien y entonces ellos me dicen que están mejor que yo. Eso también me hace sentir bien en mi colectivo porque gozo de prestigio entre mis compañeros, aunque los dirijo soy una más, entre ellos
Francisca Sotolongo Gavilán


Nunca pensó que por cumplir con su trabajo obtendría otro premio que no fuera su salario, sin embargo muchos son los reconocimientos morales recibidos en su trayectoria laboral.

Soy Vanguardia Nacional y tengo la Orden Lázaro Peña González III y ahora II Grado, el sello XVIII Congreso de la Central de Trabajadores Cubanos (CTC), entre otros
Francisca Sotolongo Gavilán


A pesar de contar ya con 64 años Francisca continúa trabajando. Ella tiene un sueño que quiere alcanzar.

Llegar a ser Heroina Nacional del Trabajo.Ese es mi sueño
Francisca Sotolongo Gavilán


Aún con toda humildad Francisca confiesa que cuando recibió de manos de su director Eduardo Rollero, la medalla en su pecho, sintió que la gloria del mundo le sonreía.

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