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Revolución y educación en las proyecciones políticas de Fidel (I)

Por Cubadebate
Fidel leyendo en la Sierra Maestra, 1957. Foto: Archivo Fidel, soldado de las ideas.

En las concepciones de Fidel Castro y en su obra encontramos las bases del pensamiento fundacional de la Revolución Cubana, que es referente insoslayable para su continuidad y no solo para explicarnos el origen o el pasado de ese hecho histórico, sino para profundizar en su presente y en los retos que deben enfrentarse como garantía de su futuro.

Analizar cualquier faceta del pensamiento de Fidel requiere enfocarlo desde una perspectiva sistémica e integral. Sus concepciones forman parte de un cuerpo sociopolítico, ético y cultural que tiene como centro la revolución social vista como proceso de construcción del socialismo. A la vez las concepciones sobre la educación constituyen una de las aristas y facetas más importantes del pensamiento que atraviesa toda la obra de Fidel.

La educación forma parte de los pilares de la Revolución social, de la construcción del socialismo, porque está directamente imbricada con la formación del ser humano revolucionario, y por ende del sujeto plural protagonista de la Revolución Cubana que es el pueblo.

Desde esas premisas es que interpretamos la valoración realizada por Che Guevara en 1964 cuando formuló tesis sobre las razones por las cuales Fidel Castro había cimentado la Revolución sobre sólidas bases, entre las que destacó:

(...) “su capacidad para asimilar los conocimientos y las experiencias para comprender todo el conjunto de una realidad dada sin perder de vista los detalles, su fe inmensa en el futuro y su amplitud de visión para prevenir los acontecimientos y anticiparse a los hechos, viendo siempre más lejos y mejor que sus compañeros”.

Esta objetiva valoración se ha ratificado a lo largo del proceso revolucionario y resume rasgos que van más allá del carisma personal porque se adentran en su capacidad para nutrirse de las más profundas corrientes del pensamiento emancipador y para desplegar una activa labor educativa y cultural.

En varias ocasiones Fidel Castro reconoció que se nutrió de dos de las más avanzadas corrientes revolucionarias del siglo XIX, con gran impacto hasta el presente, el ideario independentista y antiimperialista de José Martí y el legado anticapitalista y de estrategia de desarrollo socialista fundado por Carlos Marx y Federico Engels, con los ulteriores aportes de Lenin y otras figuras, incluyendo varias de nuestro continente y país.

Analizar la impronta martiana y marxista en Fidel Castro requiere tener en cuenta que no estamos ante un hombre de gabinete o un teórico de la revolución en el sentido estricto del término, sino ante un revolucionario y un estadista devenido en líder político de talla mundial que ha hecho importantes aportes a la teoría y a la práctica sociopolítica.

Se trata de un hombre de profunda sensibilidad que lo llevó a identificarse con el pueblo y, como dijera el Che, a auscultar su voluntad. A la vez Fidel generó una dialéctica líder-pueblo de gran originalidad y fortaleza y una inteligente receptividad del marxismo desde posiciones anti dogmáticas y como un hilo conductor de su pensamiento político y de su praxis revolucionaria, que forman parte de una corriente de pensamiento que ha sido capaz de articular esa concepción con las más avanzadas tradiciones nacionales de su país.

Un hombre de su tiempo y para todos los tiempos

Fidel fue un luchador y un educador social desde su temprana juventud; formado en el fragor de la intensa lucha de clases, frustraciones y debates de la Cuba neocolonial, en medio de luchas políticas en varios países de América Latina y en el contexto de las confrontaciones que abría la Guerra Fría a partir de los años 40 del pasado siglo.

Como Marx y Martí, Fidel fue un hombre de su tiempo, a la vez que lo trasciende. En Marx fue el tiempo del derrumbe de las monarquías, del crecimiento del capitalismo maduro, del despertar de la clase obrera; Martí en su tiempo americano, de reafirmación de una independencia que no estuviera amenazada, y de ausencia de independencia en su isla patria cuando a la vez intervenía el imperialismo norteamericano con su carga injerencista.

Fidel, creció en la Cuba dependiente, en tiempos de necesaria reafirmación de los ideales martianos en pugna con el quehacer de la impuesta neocolonia, sin olvidar la impronta de la lucha guerrillera y antiimperialista de Sandino en Nicaragua, la audacia y el accionar antiimperialista de Antonio Guiteras durante la “revolución del 33”, y las luchas obreras, estudiantiles y antimperialistas en nuestro país.

En la Universidad la ira popular encontró rápida resonancia en su sensibilidad y en sus concepciones políticas permeadas de ideas martianas y marxistas, y más tarde su rechazo al golpe de Estado del General Fulgencio Batista, el 10 de marzo de 1952, fue colofón de esta etapa que abrió un desarrollo vertiginoso de su pensamiento político y su quehacer revolucionario.

El asalto al Cuartel Moncada lo dirigió un hombre joven que ya contaba con una posición revolucionaria caracterizada por la honestidad política, espíritu de justicia y tendencia a rebelarse contra la explotación, las desigualdades sociales y la corrupción en los medios políticos.

El heroico asalto, proyectó su liderazgo en el plano nacional. La lucha insurreccional, la labor al frente del Ejército Revolucionario 26 de julio y las transformaciones realizadas en los territorios liberados, constituyeron factores decisivos del crecimiento ideológico y político de Fidel Castro, de forma tal que al triunfar la Revolución Cubana en enero de 1959 ya había construido un tronco conceptual y de pensamiento revolucionario acerca de la actividad política y su nexo con las masas populares.

Por eso, ante todo es un revolucionario en el mismo sentido que él le dio a esa postura ante la vida cuando planteó que “El revolucionario es una síntesis de la sensibilidad humana, del sentimiento natural de rechazo a la injusticia y a la opresión”. Y mientras más maduró su conciencia política, como Marx y Martí vio la solución a los problemas de Cuba con el corazón, con la inteligencia, con la ciencia y con la conciencia.

Profundizar en las concepciones y aportes de Fidel en el campo educativo-cultural no debe perder de vista que generó un pensamiento y una obra integral en la que sobresalen varias facetas como son: su permanente reflexión sobre la importancia de los contextos históricos que marcan los derroteros revolucionarios; entender la sociedad como totalidad; su concepción de la historia como condicionante del presente y fuente para su análisis; las relaciones entre teoría y práctica y entre estrategia y táctica, unido al manejo anti dogmático de regularidades del desarrollo social, contradicciones y oportunidades. A ello se suman su empeño por la integralidad y continuidad de la revolución social, el reconocimiento del lugar del ser humano en ese proceso y del papel de la individualidad, de la crítica y la autocrítica.

Su pensamiento y proyección política no son ajenos a la teoría, todo lo contrario, la teoría sociopolítica tiene un importante rol en las concepciones de Fidel Castro, y por tanto en la proyección del proceso revolucionario cubano. De la teoría se nutrió a la vez que realizó aportes en variados temas, contribuyendo a la profundización del marxismo en un nuevo contexto histórico.

A su variada producción intelectual nacida del bregar diario y de los retos del proceso revolucionario, unió su capacidad como ideólogo comunicador, suerte de labor educativa que mantuvo en cada momento.

No es fácil determinar qué campo de sus concepciones tuvo más fuerza y proyección, pero sin lugar a dudas el campo de la educación ocupa un sobresaliente lugar vista en su fusión con la cultura y la ciencia. Son armas que esgrimió para hacer avanzar la Revolución. En ese triángulo indivisible está expresada su genuina pasión revolucionaria y el humanismo más integral porque siempre reconoció el importante rol que tienen la subjetividad y la acción consciente de los seres humanos en el avance de la sociedad, en la elaboración de estrategias y tácticas del desarrollo revolucionario que tiene que ser resultado del trabajo colectivo.

Sus concepciones en este campo se vinculan con la necesaria toma del poder político, pero sobre todo con la construcción del nuevo poder del pueblo. Y desde esa perspectiva bebió de otras experiencias históricas y se convenció acerca de la importancia de la preparación del pueblo para las tareas políticas en un proceso revolucionario a 90 millas del imperio más injerencista desde el siglo XIX.

La toma del poder político y la destrucción del Estado burgués latifundista fue objetivo permanente del proyecto revolucionario de Fidel Castro, lo que se explica de forma muy clara si se analizan los objetivos del Moncada, y de la lucha insurreccional. Al respecto, además de La Historia me absolverá, vale la pena recordar su carta, del 14 de diciembre de 1957, a las organizaciones antibatistianas firmantes del “Pacto de Miami” que solo apelaban a un simple cambio de gobierno, a algunas reformas de carácter sociopolítico y a un reparto de cargos.

En ese documento, unido al rechazo a todo tipo de junta militar para gobernar provisionalmente después del triunfo revolucionario, Fidel reafirmó al pueblo como sustento del nuevo poder político: “Si no hay fe en el pueblo, si no se confía en sus grandes reservas de energía y de lucha, no hay derecho a poner las manos sobre sus destinos para torcerlo y desviarlo en los instantes más heroicos y prometedores de su vida republicana”.

El triunfo del primero de enero de 1959 concretó los primeros pasos de toma del poder político y las transformaciones continuas que fueron avanzando el proceso revolucionario.

La reivindicación del socialismo

Dos de los grandes aportes de Fidel han sido su concepción de la revolución social en condiciones de subdesarrollo y neocolonialismo y concebir la Revolución Cubana como proceso continuo que vincula antiimperialismo e independencia nacional con construcción socialista que garantice un proyecto de justicia social y de eliminación de toda forma de explotación clasista.

Desde muy temprano tomó conciencia de que la puesta en marcha del programa del Moncada podía conducir a transformaciones más profundas. Dicho de otra forma, en la concepción de Fidel el camino al socialismo requería transitar por la aplicación consecuente de un programa de liberación nacional y justicia social que a su vez creaba condiciones para un desarrollo de la cultura política y de consolidación de la base social de la Revolución que favoreciera la ruptura con los esquemas anti socialistas vigentes.

Más allá de definiciones que no han faltado en numerosas intervenciones y discursos, Fidel profundizó en la vinculación del subdesarrollo y la dependencia nacional con el capitalismo y el imperialismo. Fue enfático al reconocer que vencer el subdesarrollo económico es imposible dentro de los marcos del capitalismo porque este sistema es causa directa del mismo y hasta hoy día vinculado al creciente poderío de las transnacionales que amenazan las condiciones naturales del planeta, de ahí la vía socialista como condición de ruptura con las estructuras que impone el capitalismo en los marcos nacionales y a nivel global.

Fidel interpretó las condiciones históricas que en Cuba favorecían la solución de los problemas derivados del subdesarrollo y la dependencia con transformaciones de carácter socialista. Al igual que Marx en el siglo XIX, para él fue necesario reivindicar el ideal socialista y romper el esquema que lo consideraba ajeno a las necesidades y condiciones latinoamericanas. Este es también uno de sus grandes méritos, tanto en su manejo táctico como aldemostrar que la esencia del socialismo no es contradictoria con las raíces y las tradiciones revolucionarias en nuestro continente, incluyendo las luchas obreras y las expresiones de internacionalismo.

No hay fanatismos reduccionistas en la reivindicación fidelista del socialismo que reconoce las especificidades de cada proceso revolucionario en condiciones de buscar sus propias vías. Claro ejemplo de esto fue el altísimo respeto que mostró sobre las concepciones de Salvador Allende en su intento por desarrollar la revolución a través de la vía pacífica, mientras que, en las condiciones del momento y solidariamente, Cuba apoyaba la lucha armada o de masas que libraban pueblos hermanos sometidos a condiciones dictatoriales y represivas. Más tarde hemos visto las interesantes y positivas valoraciones de Fidel sobre la Revolución Bolivariana en Venezuela y los procesos de liberación nacional en otros países.

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