El virus que azota al mundo, también tocó a la puerta de la familia del minero Ernesto Luis Gato Tamayo.
Aquellos días ya quedaron atrás, pero fueron momentos vividos de mucha incertidumbre que hoy narra Ernesto y su esposa Natacha Duarte Rivero.
Mi esposa fue la primera en contagiarse con la COVID-19, ella es trabajadora del despalillo de tabaco que existe aquí en Minas. Un día decidimos ir al hospital a hacernos un test rápido, lo hicimos por pura intuición, pues en su centro de trabajo muchos obreros resultaron positivos y ella estaba con la duda si tenía o no el virus.
Entonces ella resultó positiva y la enviaron para el hospital de campaña de la empresa Geología, mientras que a mí y los niños que éramos contacto de ella, fuimos para “La Pimienta.
En el hospital de la Pimienta nunca nos faltó la leche para el desayuno, las meriendas, almuerzos, comidas. Las enfermeras, los médicos y medicamentos estaban todos al alcance de uno. Sin problema de ningún tipo. La limpieza era constante.
Después nosotros dimos también positivo y nos reunimos con mi esposa en Geología. Allí también las atenciones fueron las mejores.”
A mí me trasladaron para el hospital clínico quirúrgico León Cuervo Rubio en Pinar del Río y a mis hijos con mi esposo para el hospital pediátrico.
Desde que llegué me atendió una muchacha muy amable en la recepción. A mí me ubicaron en la sala C. Yo soy diabética e hipertensa.
Los médicos que me atendieron eran muy jóvenes. Estoy muy agradecida de la Revolución, me cuidaron como si yo fuera su hermana.
Allí conocí personas mayores del asilo de ancianos que no tenían a nadie que hiciera por ellos, y sin embargo aquellas enfermeras les hacían todo lo que ellos necesitaban. Las enfermeras batallaban con ellos que era increíble hasta que les devolvían la vida.
No me faltó el interferón, ni la insulina, ni la dipirona. Los medicamentos para controlar la presión arterial estaban listos siempre, así como el multivit.
Hubo compañeras que recibieron transfusiones de sangre y todo era gratis. Nunca nos exigieron nada, ni tuvimos que pagar un centavo. Mis médicos lucharon conmigo.
Ojalá pueda encontrarme algún día con ellos. Ni hincándome de rodillas puedo agradecer lo que ellos hicieron por mí.A pesar de la escasez que hay y todas las trabas que puedan presentarse a lo largo de la enfermedad, nuestros médicos son grandes.
Lo que hicieron conmigo también lo hicieron con mi esposo e hijos. Nunca carecieron de ningún medicamento en el hospital pediátrico.Al fin el virus lo mataron en nuestro cuerpo y hoy vuelve la paz a mi casa
De regreso ahora a la vida disfrutan en familia. Juntos derriban las dificultades de cada jornada.
Abrazan cada amanecer desde la alegría y el optimismo.