En las madres de Minas de Matahambre existe esa distinción especial de la protección eterna. Para ellas los hijos nunca crecen, siempre velan por sus vidas. Nunca se cansan de guiar y amar. Cada día cuenta para vivir junto a sus hijos cada momento en la búsqueda del amor y la comprensión.
Así mismo de ellas emana una alta responsabilidad en el trabajo cotidiano, en el enfrentamiento continuo a la COVID-19. Hacen que en sus casas todos cumplan las medidas higiénico sanitarias. No permiten que ningún miembro de la familia olvide su nasobuco o la credencial de movilidad a la hora de salir del hogar.
Están inmersas en la primera línea de combate para derrotar el virus. Activas en la pesquisa, en las zonas rojas, laborando en los centros de aislamientos. Ellas son mambisas de este tiempo.
Aun cuando la crisis económica asecha y la escasez de alimentos es notable, las madres mineras se las ingenian para llevar a las mesas de las familias un postre o una receta elaborada con mucha entrega.
Suelen ser madres, esposas, amigas y a la vez tejer con sus manos el presente de la Patria. Cuánto respeto y convicción brotan de cada uno de sus actos. Siempre sorprenden por sus logros en la agricultura, salud, educación, en el deporte o como cuadros en la dirección de cualquier entidad.
Cuando se dice madre, se dice cariño, fidelidad, invocamos lo más puro del ser.
El Apóstol Nacional expresó al respecto:
“Las madres son amor, no razón; son sensibilidad exquisita y dolor inconsolable”.
“La madre, esté lejos o cerca de nosotros, es el sostén de nuestra vida. Algo nos guía cuando ella no muere. La tierra, cuando ella muere, se abre debajo de los pies”.
“Una madre no puede ser nunca desoída”.
“No cree el hombre de veras en la muerte hasta que su madre no se le va de entre los brazos”.
José Martí
Reciban todas las madres de Minas de Matahambre en este día, la admiración más sincera del pueblo.