El volumen de gases que retienen el calor en la atmósfera terrestre alcanzó una nueva cifra récord en 2020, con una tasa de crecimiento anual superior a la media del periodo 2011-2020, advierte la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su más reciente boletín. La OMM alerta que la tendencia se mantiene en 2021 y que estamos muy lejos de la ruta del Acuerdo de París.
La concentración de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más importante, alcanzó en 2020 las 413.2 partes por millón (ppm) y se situó 149% por encima de los niveles preindustriales.
“La cantidad de CO2 en la atmósfera superó el hito de las 400 ppm en 2015. Y solo cinco años después rebasamos las 413 ppm. Esto no es una mera fórmula química y unas cuantas cifras en un gráfico. Conlleva repercusiones negativas de primer orden para nuestra vida cotidiana y nuestro bienestar, para el estado de nuestro planeta y para el futuro de nuestros hijos y nietos”, afirmó el secretario general de la OMM, el profesor Petteri Taalas.
La organización advierte que, de no detenerse las emisiones, la temperatura mundial seguirá subiendo. El dióxido de carbono es un gas que se caracteriza por su larga duración y, por tanto, el nivel de temperatura que observamos actualmente persistirá durante varias décadas, aun cuando las emisiones se reduzcan rápidamente hasta alcanzar un nivel neto cero.
Si a esta situación le añadimos el calentamiento del planeta, el resultado final que obtendremos será la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor, lluvias fuertes, derretimiento de las masas de hielo, subida del nivel del mar y acidificación de los océanos, que implicarán repercusiones socioeconómicas de gran alcance.
Aproximadamente la mitad del CO2 emitido actualmente por las actividades humanas permanece en la atmósfera, mientras que los océanos y ecosistemas terrestres absorben la otra mitad.
El boletín alerta sobre la posibilidad de que, en el futuro, los océanos y los ecosistemas terrestres puedan perder su eficacia como sumideros de CO2, su capacidad de absorber el gas y de actuar como reguladores que evitan mayores aumentos de temperatura.
A la par, señaló la OMM, las concentraciones de otros gases como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O) equivalieron en 2020, respectivamente, al 262% y al 123% con relación a los niveles de 1750, el año elegido para representar el momento en que la actividad humana empezó a alterar el equilibrio natural de la Tierra.
La ralentización económica causada por la COVID-19 no tuvo ningún efecto evidente en los niveles atmosféricos de los gases de efecto invernadero ni en sus tasas de aumento, aunque sí se produjo un descenso transitorio de las nuevas emisiones, según la OMM.
Taalas destacó que el boletín manda un mensaje científico contundente a los negociadores que asistirán al 26º período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP26) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
“Si se mantiene el actual ritmo de aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero, el incremento de la temperatura a finales de este siglo superará de lejos el objetivo establecido en virtud del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 1.5 o 2 °C por encima de los niveles preindustriales. Estamos muy lejos del camino marcado”, dijo.
“La última vez que la Tierra registró una concentración comparable de CO2 fue hace entre tres y cinco millones de años. En esa época la temperatura era de 2 a 3 °C más elevada, y el nivel del mar, entre 10 y 20 metros superior al actual, pero entonces no había 7 800 millones de personas en el planeta”, añadió.
El científico dijo que, aunque muchos países están fijando sus objetivos para alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono y que se esperan grandes compromisos en ese sentido durante la COP26, se ha de lograr transformar esas ambiciones en acciones que tengan un impacto sobre los gases que provocan el cambio climático.
“Debemos transformar nuestros sistemas industriales, energéticos y de transporte y todo nuestro estilo de vida. Los cambios necesarios son asequibles desde el punto de vista económico y viables en el plano técnico. No hay tiempo que perder”, enfatizó.
Los sumideros de carbono
El cambio climático en curso y sus retroalimentaciones, tales como el aumento en la frecuencia de las sequías y el consiguiente incremento en la cantidad e intensidad de los incendios forestales podrían reducir la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber CO2.
Esos cambios ya se están produciendo, y el boletín evidencia la transición de una parte de la Amazonia de sumidero a fuente de carbono.
La absorción en los océanos también podría disminuir debido a varias causas como el aumento de la temperatura de la superficie del mar, a la disminución del pH causada por la captación de CO2 y a la ralentización de la circulación oceánica meridional consecuencia del incremento de la fusión del hielo marino.
El Programa de Vigilancia de la Atmósfera Global de la OMM monitorea las futuras alteraciones en el equilibrio entre fuentes de carbono y sumideros.
El dióxido de carbono
Es el gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera, y contribuye en alrededor del 66% al efecto de calentamiento del clima, principalmente a causa de la quema de combustibles fósiles y la producción de cemento.
Las concentraciones medias mundiales de CO2 alcanzaron un nuevo máximo de 413.2 ppm en 2020. Los registros de la OMM señalan que el aumento en la concentración de CO2 de 2019 a 2020 fue ligeramente inferior al observado entre 2018 y 2019, pero superior a la tasa de aumento medio anual del último decenio (2011-2020).
Los datos de las estaciones de monitoreo muestran claramente que los niveles de CO2 han seguido aumentando en 2021.
En julio de 2021, las concentraciones de CO2 observadas en la isla hawaiana de Mauna Loa y en el cabo Grim, en la isla australiana de Tasmania, alcanzaron, respectivamente, 416.96 ppm y 412.1 ppm, en comparación con las 414.62 ppm y las 410.03 ppm registradas en julio de 2020.
El metano
Este potente gas de efecto invernadero permanece en la atmósfera aproximadamente una década y causa alrededor del 16% del efecto de calentamiento provocado por los gases de efecto invernadero de larga duración.
Cerca del 40% del metano emitido a la atmósfera procede de fuentes naturales (por ejemplo, humedales y termitas), mientras que cerca del 60% proviene de fuentes de origen humano (ganadería de rumiantes, cultivo de arroz, explotación de combustibles fósiles, vertederos y quema de biomasa).
La reducción a corto plazo del metano en la atmósfera podría ayudar a lograr los objetivos del Acuerdo de París y a alcanzar muchos Objetivos de Desarrollo Sostenible, ya que la mitigación de sus emisiones conllevaría múltiples beneficios indirectos.
El óxido nitroso
Es otro potente gas de efecto invernadero que actúa al mismo tiempo como una sustancia química que agota la capa de ozono.
Cerca del 60% de las emisiones de óxido nitroso a la atmósfera provienen de fuentes naturales y aproximadamente el 40% de causas derivadas de la actividad humana, por ejemplo, en los océanos, en los suelos, por la quema de biomasa, por el uso de fertilizantes y de diversos procesos industriales.
Las emanaciones fruto de actividades humanas, entre las que predomina la fertilización de las tierras de cultivo con nitrógeno, han aumentado un 30% en los últimos cuatro decenios.
Según la OMM, la agricultura es la causante del 70% de todas las emisiones de origen humano de ese gas debido al uso de fertilizantes nitrogenados y al estiércol. El principal incremento de óxido nitroso en la atmósfera se debió a ese incremento.