Sin zapatos y lleno de tierra estaba, cuando un camión repleto de gente pasó por su lado y le gritaron “!oyeee muchacho, no saques más boniato, que la Revolución triunfó!”
Y él, que tantos 10 centavos había pagado a cambio de ver la televisión para seguir las noticias de los rebeldes de la Sierra y el llano, no dudó ni un segundo; allí mismo dejó el saco y emprendió la carrera hacia el Entronque de Piloto, donde le confirmaron que era cierto, que los Barbudos habían derrocado a Batista y Fidel llamaba al pueblo a la Huelga General.
Ese 1ro de enero de 1959, con 13 años, el pinareño Lucio Bencomo Valle se puso el brazalete del Movimiento 26 de julio y desde entonces sirvió a la Revolución. Mas nunca imaginó que un día dirigiría la política revolucionaria en el territorio vueltabajero, mucho menos, que coincidiría tantas veces con el líder principal de aquella épica gesta.
Pero según cuenta Lucio, sus encuentros con Fidel Castro fueron muy tensos, sin embargo, no faltaría en ellos esa dosis de humanismo y jocosidad que, -paradójicamente-, hacían de cada intercambio con el Comandante en Jefe, una experiencia única, gratificante, in-tensa.
“Por poco la taza de café se me cae”
Rememora Bencomo que siendo secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas en Vueltabajo, en 1970, lo convocaron a una reunión con la máxima dirección del país para analizar por qué se había incumplido la Zafra de los 10 millones.
El análisis duró varios días. En una de las jornadas, dice el también autor del libro anecdótico Nosotros, que la reunión empezó desde temprano en la mañana y pasaban las horas y no recesaban. En el entorno de las tres de la tarde, ya él sentía fatiga y quería levantarse a estirar las piernas y a tomar algo de lo que estaba en los termos (agua, café o té).
“Esperé y cuando un compañero levantó la mano y pidió «permiso, permiso, permiso»; entonces aproveché y me levanté. ¡Muchacha!, al momento sentí aquella voz que le contestó tajante a quien pedía la palabra: ‘Fulano, no hay que pedir más permiso, mira, él se levantó a tomar café y agua y no le pidió permiso a nadie’.
“Por poco la taza de café se me cae. Yo no sabía qué hacer, si botar la taza, si continuar tomándome aquello”. Cuenta que por suerte, después de la pequeña pausa y el colosal silencio, Fidel continuó: ‘Porque esto es una reunión abierta, donde no hay que pedir permiso, todo el mundo puede levantarse, ir al baño, tomar café, té, agua’.
Confiesa que le vino el alma al cuerpo, respiró, se sentó, pero con to´ y eso, se advirtió: “Lucio, de aquí tú no te levantas más hasta que manden a levantarse”.
“Pero ustedes corren más que Juantorena”
Una mañana, a finales de 1987, le anuncian a Lucio,-que en ese tiempo se desempeñaba como primer secretario del Partido en el municipio Pinar del Río-, que alguien los visitaría; le informaron además, sitio y horario donde ocurriría el encuentro. Allí, esperándolo, en un aromal en el Plan Cabra, en el Cuyují estaba el Comandante en Jefe para discutir el proyecto de construcción de la Presa Guamá.
Aquellas féminas a las que el Comandante les dijo que corrían más que Juantorena guiaron a Fidel y demás dirigentes hasta la comunidad del Cuyují y para desgracia de Lucio, -así lo conceptúa él-, al llegar a la comarca lo primero que vieron los visitantes fue una casa en construcción en el mismísimo medio de la calle.
De inmediato Fidel se bajó del carro y lo increpó: “Esto es un relajo, aquí no hay orden, aquí todo el mundo hace lo que quiere”; al tiempo que le ponía la mano en el hombro y lo apretaba.
“Yo sentía que la arteria me daba en la quijá y pensaba: «de esta me infarto». Y le dije: ‘No Comandante, aquí sí hay orden y un plan director. Eso fue un indisciplinado y tomaremos las medidas’.
Luego del intercambio con la población del lugar en sus casas, casi al marcharse, llegó una mujer desesperada: “Fidel, Fidel, yo quiero plantearle un problema. Mi hijo era caravanero en Angola y desde que llegó aquí está sin trabajo”. La respuesta del líder fue definitiva: Lucio se encargaría.
“Cuando salimos de allí, el Comandante me reiteró que tenía que ocuparme de la situación del muchacho, a lo que yo le comenté que no teníamos disponibilidad de transporte. Y jocosamente me dijo: «Mira, la plaza de él es democrática porque cuando se planteó que se le iba a dar trabajo, allí todo el pueblo del Cuyují aplaudió; así que tienes que buscarle trabajo».
“Ese día, hasta olvidé mi nombre”
Ese mismo día, Lucio acompañó a Fidel en su visita a la derivadora de la presa Paso Viejo, ubicada en la ruta que une al Consejo Popular “Briones Montoto” con la Empresa “Punta de Palma”.
Luego de caminar por la orilla del canal, el Comandante le tendió la mano sobre el hombro a Bencomo y le pidió que le identificara los 3 principales problemas del municipio Pinar del Río. Y así, en aquella jornada, sucedieron preguntas, respuestas y tensiones; hasta el punto que Bencomo olvidó su nombre.
“Yo no sabía nadar, pero tenía que seguir a Fidel”
Durante el año 1988, Lucio coincidió nuevamente con el líder de la Revolución, cuando el paso del ciclón Gilbert por el litoral sur de la provincia.
“Como jefe del Consejo de Defensa Municipal me informaron que había considerables penetraciones del mar en La Coloma y Las Canas. En ese mismo momento recibí una llamada del presidente del Poder Popular Provincial, quien después de que yo le informara las serias afectaciones en esos poblados, solicitó mi presencia de inmediato en el puesto de mando.
“Para mi sorpresa quien me recibió fue Fidel, pero el recibimiento fue con preguntas. Imagínense que nos habían informado que los edificios no aguantaban vientos de 250 kilómetros y el ciclón traía rachas de más de 300. Me dijo: ‘Móntate y vamos’.
“Llegamos a Las Canas y en efecto, el pueblito estaba prácticamente bajo agua. Y en medio de aquel mar, yo decía: «Lo último que me faltaba a mí era atravesar el mar en un carro con el Comandante y ahogarme» (porque yo no sabía nadar), pero tenía que seguir a Fidel. Por suerte no sucedió lo que yo tanto temía”, relata el hombre que vivió tensos encuentros con el líder de la Revolución Cubana.
De allí partieron hacia la comunidad de La Coloma, donde Fidel, -justo en el límite del muelle-, de espalda a las impetuosas olas, se irguió firme frente a su pueblo y se dirigió a este con un mensaje esperanzador, en medio de tanta desgracia.
“Ya yo no sabía si eran seis o nueve, como él decía”
Los in-tensos encuentros de Lucio Bencomo con Fidel no acabarían. Poco tiempo después del paso del ciclón Gilbert por el pueble pesquero de La Coloma, nuevamente le ordenarían presentarse con urgencia en el Comité Provincial del Partido.
Al igual que en la anterior ocasión, el recibimiento sería un rafagazo: “Lo que están es subutilizando el cargador…” Entonces comenzaría una discusión acerca del parque técnico con que contaban en el municipio para las labores de recuperación de los daños provocados por Gilbert y de forma particular, sobre la cantidad de camiones. Fidel afirmaba que tenían 9, Lucio decía que 6. Fidel, que 9; Lucio, que 6. Fidel insistía que 9, ya Lucio no sabía si 6 o 9.
“¿Pero tú me vas a dejar sin nada, te lo vas a llevar todo?”
En octubre de 1995, como delegado provincial de la Agricultura, Lucio Bencomo Valle también intercambió con Fidel acerca de temas de vital importancia para la seguridad alimentaria de la población pinareña.
A finales de septiembre en Vueltabajo se produjeron intensas lluvias e inundaciones. En Guane, por ejemplo, cayeron más de 400 milímetros de agua. El primero de octubre, el Comandante llegaba a la provincia a interesarse por los daños y soluciones a estos.
“En ese debate me preguntó qué necesitaba para salvar el plátano, porque en el territorio se habían perdido más de 70 caballerías de yuca. Yo le dije que requeríamos potasio y urea.
“Ahí averiguó con cuánto fertilizante contaba el país, pero el existente no daba para todo el plátano de la provincia. Entonces me preguntó cuál era el mejor plátano que teníamos. Y yo le contesté que el de Marbajita, en La Palma.
“Al final de la discusión de ese punto, Fidel dijo: «Bueno, entonces quedamos en darle 800 toneladas de urea y potasio a Pinar del Río». Y yo le pregunté: ‘Comandante, permiso, usted no había dicho que nos daría todo el fertilizante que quedaba, las 837 toneladas?’ Y él en tono bromista me contestó: ¿Pero tú me vas a dejar sin nada, te lo vas a llevar todo?’.
Confiesa Lucio Bencomo Valle que, aunque sus encuentros con el Comandante fueron muy tensos, él se siente muy afortunado por la oportunidad que la vida le dio de tener cerca a quien tanto admiraba, incluso antes del triunfo del Ejército Rebelde.
Han pasado casi tres décadas desde el último encuentro que tuvo con su Comandante. Tan suyo, que habla de él siempre en presente, con respeto y admiración, y considera estas anécdotas parte de su legado más valioso. No se arrepiente de haber dejado todo atrás aquel 1ro de enero de 1959 y haber seguido el llamado de la naciente Revolución.